En el pasado los árboles desnudos de hojas y el cielo llorando gotas de lluvia le habrían comprimido el pecho, pero tras muchos años se había vuelto insensible y ya la llegada del invierno no le causaba angustia alguna, sino relajación, al abrir aquel cristal y encontrar todo lleno de nieve. Entonces asomaba la cabeza e inspiraba todo lo hondo que podía para que el invierno entrara a raudales por su nariz. Y al llegar la primavera su única aspiración era sobrevivir al calor para llegar al siguiente invierno y disfrutar, de nuevo, de la magia de la nieve.